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Indicadores de sostenibilidad ambiental

Ante la situación de sobreexplotación de recursos naturales que se está llevando a cabo desde hace décadas en nuestro planeta, se hace necesario disponer de un conjunto de sistemas que nos permitan conocer el grado de afectación de estas acciones sobre el entorno, ya sea a nivel individual, de una empresa, de una región o de un país.

Los indicadores de sostenibilidad ambiental son herramientas que nos facilitan la medida y evaluación del impacto de nuestras acciones en el medio ambiente. Estos indicadores cuantifican el grado de responsabilidad y sostenibilidad ambiental de individuos, organizaciones o comunidades.

A continuación, presentamos algunos ejemplos de estos indicadores:

  • Huella Ecológica: Mide la cantidad de recursos naturales que consumimos y compara este consumo con la capacidad de la Tierra para regenerarlos. Se expresa en hectáreas globales y evalúa la presión que ejercemos sobre los ecosistemas.
  • Huella de Carbono: Calcula las emisiones de gases de efecto invernadero (principalmente dióxido de carbono) generadas por nuestras actividades. Incluye tanto las emisiones directas (como el uso de combustibles fósiles) como las indirectas (como la producción y transporte de bienes).
  • Huella Hídrica: Evalúa el uso de agua en nuestras actividades cotidianas. Comprende el agua directa (la que consumimos) y el agua indirecta (la utilizada en la producción de bienes y servicios que consumimos).
  • Huella Social: Aunque no es exclusivamente ambiental, también se relaciona con la sostenibilidad. Mide el impacto social de nuestras acciones, considerando aspectos como la equidad, la justicia y la calidad de vida.

Además, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible establece 232 indicadores específicos para medir el progreso hacia los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Estos indicadores ayudan a tomar decisiones más conscientes y a trabajar hacia un futuro más sostenible, y abarcan temas como la pobreza, la igualdad de género, la salud, la educación y el medio ambiente.

Algunos ejemplos específicos de estos indicadores son:

  • Cantidad de agua consumida
  • Ciclo de vida del producto
  • Materia prima utilizada
  • Emisiones de dióxido de carbono en el transporte
  • Gestión sostenible de residuos
  • Utilización de las energías renovables
  • Minimización del impacto ambiental

Estos indicadores son fundamentales para medir y mejorar la sostenibilidad de las organizaciones, permitiendo tomar decisiones informadas y promover prácticas más responsables con el medio ambiente. 

La huella ecológica o medioambiental

La huella ecológica, también denominada “medioambiental”, es una forma de medir el impacto que la humanidad ejerce sobre el planeta. Es la superficie ecológicamente productiva necesaria para conseguir los recursos consumidos por un individuo, así como la necesaria para absorber los residuos que genera.

Se utiliza como indicador de sostenibilidad de escala internacional, para medir el impacto de nuestros hábitos en el entorno. El concepto del cálculo de la huella ecológica surge de los siguientes aspectos:

  • Flujo de materiales y de energía. Relativo a los que provienen de sistemas ecológicos para producir cualquier tipo de bienes y servicios.
  • Sistemas ecológicos para absorber los residuos generados. Se necesitan, tanto durante el proceso de producción, como en el uso de los productos finales.
  • Espacio físico. La producción de bienes y servicios, así como el producto final requieren de un espacio que es también ocupado con infraestructuras, viviendas, equipamientos, etc., que reduce de igual forma el terreno de los sistemas ecológicos; y además, no sólo en el lugar donde se sitúa la edificación o maquinaria, sino que también disponen de un radio de influencia que varía según el tipo de actividad.

Cada año, la fecha del día de la sobrecapacidad de la tierra se adelanta un poco más. Esta fecha corresponde al día a partir del cual los humanos ya habrían consumido los recursos que el planeta puede producir en un año.

En 2024, la fecha del día de sobrecapacidad de la tierra ha sido fijada para el 2 de agosto). La Sobrecapacidad de la Tierra está relacionada con la selección de una fecha (a partir del año 1970) que permite determinar la cantidad de recursos que ha consumido la humanidad en el término de un año, frente a lo que el planeta es capaz de producir.

Es calculada por la Red Global de la Huella Ecológica (Global Footprint Network), Se obtiene dividiendo la biocapacidad mundial (la cantidad de recursos naturales generados por la Tierra ese año), por la huella ecológica mundial (el consumo de la humanidad de los recursos naturales de la Tierra para ese año), y se multiplica por 365 días.

Durante el año 2023 la Tierra entró en un déficit ecológico, debido a que la demanda de recursos y servicios por parte de la población mundial superó ampliamente lo que el planeta tenía capacidad de regenerar en materia de recursos naturales. En tal sentido, se proyecta que para el año 2030 se necesitaría otro planeta Tierra para poder suplir tal demanda y satisfacer las necesidades de las futuras generaciones.

El cálculo de la huella ecológica se obtiene a partir de restar los recursos consumidos por cada individuo de los recursos generados por el planeta a lo largo de un año. La huella ecológica se expresa en hectáreas globales (hag). Así, en promedio, un europeo necesitaría 4,5 hectáreas, mientras que un norteamericano necesitaría 6,6 hectáreas y un africano 2,7.

Los resultados de este cálculo a escala mundial muestran que la capacidad del planeta para satisfacer las necesidades de sus habitantes es insuficiente. Consumimos más recursos y producimos más residuos que la biocapacidad del planeta de asimilarlos. Hemos superado, a escala mundial, los límites de la resiliencia de la naturaleza y creado un déficit ecológico.

Existen varias calculadoras de huella ecológica a disposición del usuario, que permiten calcularla de forma rápida y sencilla. Entre ellas:

Reducir la huella ecológica global es, por lo tanto, asunto de todos, por lo que cada cual debe actuar sobre su propio nivel de vida, con el fin de limitar las emisiones de CO2 y reducir así la huella ecológica. Es, por tanto, fundamental adoptar unos nuevos hábitos como podrían ser:

La huella de carbono

La huella de carbono es una medida que representa la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) liberados a la atmósfera procedentes de las actividades humanas, como la producción y el consumo de bienes y servicios Estos gases incluyen dióxido de carbono (CO2), óxido de nitrógeno (N2O), metano (CH4), hexafluoruro de azufre (SF6), perfluorocarburos (PFC) y hidrofluorocarburos (HFC).

Calcularla es fundamental para comprender nuestro impacto ambiental y tomar medidas para reducirlo. Estos son pasos básicos para calcular la huella de carbono:

  • Identificar y documentar las fuentes de GEI
  • Seleccionar un método de cálculo
  • Recopilar datos de la actividad
  • Obtener factores de emisión
  • Calcular las emisiones

La huella de carbono se divide en dos categorías: directa e indirecta.

Huella de carbono directa

La huella de carbono directa se refiere a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que provienen directamente de las actividades o procesos de una persona, empresa o entidad. Ejemplos:

  • Consumo de energía en el hogar: las emisiones de GEI generadas por la utilización de electricidad, el gas natural o el petróleo utilizados en la calefacción, la refrigeración, la iluminación y los electrodomésticos.
  • Transporte personal: las emisiones de GEI producidas por conducir un automóvil o viajar en avión.
  • Procesos industriales: las emisiones de GEI relacionadas con la fabricación y producción de bienes.

Huella de carbono indirecta

La huella de carbono indirecta se refiere a las emisiones de GEI asociadas con productos o servicios que una persona o entidad utiliza, pero que no son producidas directamente por ellos. Ejemplos:

  • Producción y transporte de alimentos: las emisiones de GEI generadas durante la producción, transporte y distribución de alimentos que consumimos.
  • Productos: las emisiones de GEI relacionadas con la fabricación y transporte de bienes que adquirimos, como ropa, dispositivos electrónicos o muebles.
  • Electricidad: las emisiones de GEI provenientes de la generación de electricidad en centrales eléctricas que suministran energía a los hogares y empresas.
  • Factores de emisión: Los factores de emisión representan la cantidad promedio de GEI emitidos. Se expresan en unidades como equivalentes de dióxido de carbono (CO₂e).

Ejemplo: El factor de emisión del ladrillo es de aproximadamente 241,8 kg de CO2e por tonelada de ladrillo.

Para calcular las emisiones de este material, multiplicamos la cantidad de ladrillos utilizados por este factor.

Los factores de emisión se obtienen de fuentes oficiales y bases de datos gubernamentales. Estos factores incluyen no solo emisiones de CO2, sino también las de gases como metano (CH4) y óxido nitroso (N2O).

Las actividades que generan las mayores emisiones de dióxido de carbono (CO2) varían según el sector, la región y la política específicas de cada país, por ejemplo: Agricultura y ganadería, transportes, sistemas de climatización, industria… etc.

Es fundamental considerar tanto las emisiones directas como las indirectas para abordar el cambio climático de manera efectiva.

La huella hídrica

La huella hídrica es el término usado para indicar el uso directo o indirecto que los seres humanos hacemos del agua dulce en el planeta. Se trata de un indicador muy utilizado en estudios medioambientales y de sostenibilidad para medir el volumen total de agua dulce que es empleado en la producción de los bienes y servicios tanto a nivel individual, como social, a fin de conocer el uso de este preciado recurso y optimizar su gestión eficiente.

La huella hídrica se calcula sumando el volumen de agua consumida, evaporada o contaminada, por unidad de tiempo o por unidad de masa, en un punto concreto, como puede ser una fábrica o la cuenca de un río. Este indicador es clave puesto que el impacto de la actividad humana en los sistemas hídricos acostumbra a estar relacionado con el consumo humano, el cual frecuentemente acaba siendo responsable de problemas como la escasez o la contaminación del agua.

La definición de huella hídrica fue introducida en 2002 por el profesor Arjen Hoekstra del Instituto UNESCO-IHE, como un indicador alternativo del uso del agua.

Posteriormente, la cooperación entre las instituciones globales líderes en este campo, llevó a la creación de la Water Footprint Network en 2008, que tiene como objetivo coordinar los esfuerzos para desarrollar y difundir el conocimiento sobre los conceptos de huella hídrica, métodos y herramientas. Asimismo, la nueva norma ISO 14046 unificó conceptos a nivel mundial en huella hídrica y pasó a ser el referente internacional para empresas, procesos y productos.

Un ejemplo lo constituye el hecho de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que en un hábito diario como una ducha de 10 minutos consumimos 200 litros de agua. Como consecuencia de esta y otras actividades, una persona consume de media al año 1.385 metros cúbicos de agua; no obstante, los referentes más utilizados son los de la huella hídrica de los alimentos.

La ONU asegura que, dependiendo de la dieta que se tenga, los alimentos que consume a diario una persona equivalen al uso de entre 2.000 y 5.000 litros de agua para su producción. Además, ha calculado que el 70% de la huella hídrica a nivel mundial está relacionada con lo que se come, y avisa que la demanda mundial de agua podría aumentar un 50% para 2030.

Otros ejemplos de huella hídrica de alimentos son:

  • 13.000 litros de agua son necesarios para producir 1 kg de carne de vacuno
  • 17.195 litros de agua para producir 1 kg de chocolate
  • 3.000 litros de agua para producir 1 kg de arroz
  • 117 litros de agua para 1 vaso de vino de 125 ml
  • 50 litros de agua para 1 naranja
  • 1.000 litros de agua para 1 litro de leche
  • 900 litros de agua para 1 kilo de maíz
  • 1.300 litros de agua para 1 kilo de trigo

El desperdicio de alimentos es equivalente a desperdiciar agua, ya que no se están teniendo en cuenta los recursos hídricos destinados a su producción. Los actuales problemas medioambientales, como las persistentes sequías, nos recuerdan que no podemos seguir consumiendo agua a este ritmo totalmente irracional.

Se debe recordar que este recurso del que dependen todas las formas de vida de la Tierra, es cada vez más escaso debido al cambio climático, a la contaminación del agua y al aumento de la población; asimismo, es necesario señalar que la extracción y gestión del agua también tiene un impacto en la emisión de CO2 debido a la energía requerida para su tratamiento y distribución.

Tipos de huella hídrica

Con respecto a los componentes de la huella hídrica o tipos de huella hídrica, esta consta de tres sumandos que se han denominado según los colores asignados usualmente al agua:

  • Huella hídrica verde: contiene la fracción de huella expresada como caudal (volumen/tiempo) que procede directamente del agua de lluvia o nieve y que se almacena en el suelo en capas superficiales al alcance de las plantas, y que es evaporada en el proceso productivo o incorporada en un producto.
  • Huella hídrica azul: se refiere al volumen de agua que procede o se capta de cuerpos de agua naturales superficiales o subterráneos expresada como caudal (volumen/tiempo), mediante infraestructuras o instalaciones operadas por el hombre para la producción de un producto o la provisión de un servicio. La agricultura de regadío, la industria y el uso doméstico del agua pueden tener huella hídrica azul.
  • Huella hídrica gris: se refiere al volumen de agua contaminada en los procesos y que posteriormente es necesario tratar para cumplir con los parámetros exigidos por la normativa sectorial del cauce u organismo receptor de los vertidos finales de proceso.

La medición de la huella hídrica se hace de forma modular, es decir, sumando las necesidades de uso y consumo de agua de cada etapa de producción desde el origen hasta el consumidor final. Su unidad varía según el tipo del sector al que se le mide la huella hídrica.

Así, por ejemplo, la huella hídrica de un producto de carne puede medirse en m3/kg, representando la cantidad de agua necesaria para producir un kilo de carne en toda la cadena de suministro; mientras que la huella hídrica de un individuo puede medirse en m3/año, representando la cantidad de agua consumida a lo largo del tiempo.

Existen dos principales metodologías para el cálculo de la huella hídrica:

  • La metodología de la Water Footprint Network, se basa en el cálculo del agua usada, directa o indirectamente, por un productor o por un consumidor de productos o servicios.
  • La metodología de la UNE-EN-ISO 14046 consiste básicamente en particularizar la metodología de Análisis de Ciclo de Vida (ACV) de la norma ISO 14044, orientando el análisis de inventario y los impactos ambientales al agua.

Para la reducción de la huella hídrica como consumidor, se recomienda:

  • Seguir una alimentación sostenible y reducir el consumo de aquellos alimentos que requieren más agua, como la carne.
  • Apoyar la agricultura, la ganadería y la pesca sostenible y local.
  • Optar por un consumo responsable y por la economía circular.
  • Reciclar lo que consumes y evitar usar productos de un solo uso.
  • Reducir el desperdicio de alimentos.
  • Comprar productos de energía eficiente.

Y, en lo referente a la actividad empresarial, se recomienda:

  • Implantar un sistema de calidad medioambiental.
  • Fomentar el reciclaje, la reutilización y el consumo ecológico en el seno de la empresa.
  • Contratar a proveedores comprometidos con la reducción de la huella hídrica.
  • Digitalizar todo lo posible para ahorrar, por ejemplo, en papel.
  • Realizar una gestión de medición y adaptación de procedimientos para generar un uso eficiente del agua en todo el proceso productivo, buscando la máxima producción con el mínimo consumo de agua.
  • Buscar cadenas de suministros y materias primas locales para reducir el consumo indirecto producido por el transporte.

La huella social

El actual entorno globalizado motiva cada vez más en las empresas una gestión adecuada de riesgos a través de una autoevaluación para implementar, mejorar o corregir acciones y estrategias que generen un impacto social positivo, no sólo en términos económicos, sino que también de conexión con la sociedad, es decir, gestionar la huella social de la organización, la cual se entiende como el impacto que genera una organización sobre la comunidad en la que está presente.

La huella social cuantifica el impacto de la actividad de la empresa en materia humana, laboral y social. En la determinación de la huella social se utilizan factores como los empleos creados, el consumo desmesurado de recursos, el reparto de recursos y los excesos que se puedan producir en el sector productivo.

Mediante políticas de inversión responsable, muchos inversores solicitan a las organizaciones información relativa a la Diversidad, Derechos Humanos, Prácticas Laborales, Salud y Seguridad Laboral y la protección de las comunidades locales. De ahí deriva la importancia de poder medir cual es la huella social de nuestras empresas.

Los resultados sociales ensalzan el vínculo de las empresas con todos sus grupos de interés: equipo, clientes, inversores, administración pública y la comunidad. Además, se convierte en un factor estratégico y beneficioso a la hora de diseñar las políticas y estrategias de la compañía en materia social.

La huella social tiene dos objetivos, en primer lugar, reforzar el desempeño de la compañía, que además puede derivar en posibles inversiones, y el posicionamiento de la marca respecto a la competencia; asimismo, permite a la empresa distribuir los recursos de una forma más eficiente teniendo en cuenta sus efectos. Dependiendo de nuestro ámbito de actuación el impacto social de nuestra actividad puede ser sobre un área geográfica, un sector.

Existen diferentes metodologías para conocer la huella social de las organizaciones, entre ellas, IRIS (Impact Reporting and Investment Standards) y SROI (Social Return on Investment).

IRIS se usa para definir, monitorizar y reportar el desempeño social, medioambiental y financiero derivado de la inversión de impacto. Su objetivo es proveer de unos estándares para el reporting que permita informar a los inversores acerca de los impactos sociales y medioambientales de las firmas en que invierte.

Usamos la metodología SROI para que nos permita medir y otorgar valor que se crea derivado de nuestra actividad, aportando bienestar a la sociedad. Asímismo esta metodología puede ser usada para valorar cambios en las relaciones con los grupos de interés e identificar formas de mejorar el desempeño de inversiones sociales.

El cálculo y la gestión de la huella social se enfrenta a diferentes retos. En primer lugar, hay que redefinir constantemente los indicadores. Por ejemplo, no es suficiente conocer cuánta gente con discapacidad de nuestra región integramos en nuestra empresa, sino con qué otros factores estamos vinculados a la discapacidad, es decir, cómo evoluciona la educación de personas con discapacidad en nuestras áreas de impacto, y de qué manera podemos mejorar su empleabilidad.

Finalmente, es necesario el compromiso de la alta dirección que apueste por el desarrollo de un modelo que claramente defina: recursos y limitaciones, procesos, resultados, efectos e impactos que permitan el progreso de la organización en cuestiones sociales.

Resumen

La humanidad utiliza los recursos de la naturaleza, para la satisfacción de sus necesidades primarias y colectivas. Tales acciones han generado efectos negativos para el medio ambiente a un ritmo acelerado. Se estima que a principios de la década de 1970 se traspasó el umbral crítico del consumo desaforado de recursos naturales, con las siguientes consecuencias:

  • Liberación de partículas de dióxido de carbono y gases de efecto invernadero, generando un cambio climático con un impacto negativo.
  • Deforestación.
  • Pérdida de especies, la mayoría de ellas en franco peligro de extinción e inflación, entre otros efectos.

Los humanos hemos consumido más recursos de los que el planeta puede regenerar. Es urgente sensibilizar y concienciar a la población, en la adopción de un estilo de vida más sostenible. De esta manera se contribuirá a reducir el uso de recursos, así como frenar la degradación ambiental.

La creación de los indicadores de sostenibilidad medioambiental, han permitido establecer unas pautas y límites para concienciar a la población y a sus manifestaciones sociales, de la imperiosa necesidad de intervenir en el sentido de armonizarnos con nuestro medio ambiente; para ello se imponen cambios en el estilo de vida de los individuos y grupos sociales, y la utilización de sistemas sostenibles para comunicación, transporte, alimentación, energía, etc.

Con el paso de los años, la preocupación por el medioambiente ha aumentado. Las empresas tienen mucho que aportar, en especial, para reducir sus externalidades negativas. Deben hacerlo a través de sus planes y estrategias, pero es necesario incluir un método de medición adecuado para determinar si las acciones realizadas son un éxito.

El primer paso consiste en establecer los indicadores de sostenibilidad, que estarán basados en un análisis de materialidad. Se trata de un proceso que ayuda a la empresa a determinar en qué áreas centrarse. Esto la lleva a priorizar entre objetivos, al tiempo que repara en las preocupaciones de los grupos de interés. Así, se parte de una base sólida con la que cubrir el resto de las etapas.

Asimismo, se requiere la aplicación de políticas urgentes que permitan cambiar el modelo de producción y consumo. Con ello se alcanzará una relación más sostenible con nuestro planeta.

Los indicadores de sostenibilidad son esenciales para crear un plan sólido. Sin ellos no se sabría si se está avanzando en la dirección adecuada o si los objetivos se están alcanzando.

Por Sergio Tuset

Ingeniero Químico

Fundador de Condorchem Envitech. Prestigioso especialista en ingeniería aplicada a la gestión de aguas residuales y control de emisiones atmosféricas, autor de diversas patentes medioambientales y numerosas publicaciones técnicas.

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