La legionelosis es una enfermedad bacteriana de origen ambiental que suele presentar dos formas clínicas diferenciadas: la infección pulmonar, que se caracteriza por neumonía con fiebre alta, y la forma no neumónica, conocida que se manifiesta como un síndrome febril agudo y de pronóstico leve.
Este virus tiene su nicho ecológico natural en aguas superficiales, como lagos, ríos, estanques, donde forma parte de su flora bacteriana. Desde estos reservorios naturales la bacteria puede colonizar los sistemas de abastecimiento de las ciudades y, a través de la red de distribución de agua, se incorpora a los sistemas de agua sanitaria (fría o caliente) u otros sistemas que requieren agua para su funcionamiento como las torres y circuitos de refrigeración
A día de hoy todavía es frecuente encontrar instalaciones mal diseñadas, sin mantenimiento o con un mantenimiento inadecuado, en las que no se utilizan productos químicos para la protección y prevención contra la legionella.
Este tipo de instalaciones favorecen el estancamiento del agua y la acumulación de productos nutrientes de la bacteria. Si además existe en la instalación un mecanismo productor de aerosoles, la bacteria puede dispersarse al aire. y penetrar por inhalación en el aparato respiratorio humano.
Para evitar la irrupción de brotes de legionella es necesario un correcto mantenimiento de aquellas instalaciones que sean susceptibles de crear y transmitir esta bacteria. En este sentido, el dióxido de cloro se ha revelado como un método eficaz para tratar y prevenir el origen de la enfermedad.
El dióxido de cloro es un biocida oxidante, no un biocida tóxico. Esto significa que mata microorganismos por la interrupción del transporte de nutrientes a través de la membrana celular, no por interrupción del proceso metabólico.
Además, el dióxido estabilizado de cloro es un oxidante mucho más selectivo que el cloro o el ozono, ya que sólo reacciona con compuestos de sulfuro reducidos, y aminas secundarias y terciarias, y algún otro reactivo reducido orgánico activo. Esto permite mucha menor dosificación de dióxido de cloro, que podremos controlar con los equipos de dosificación y control de productos químicos, para lograr un residual más estable que el ozono y el cloro.
Cabe destacar también que la eficacia biocida del dióxido de cloro es por lo menos tan elevada como el cloro o la lejía (hipoclorito sódico) frente a la Legionella, aunque en concentraciones más bajas.
Os invitamos a descargar el siguiente artículo, en el que encontrarías mucha más información sobre la enfermedad, cuales son los lugares más propicios para su incubación, así como las importantes ventajas que el dióxido estabilizado de claro presenta frente a otras soluciones más tradicionales.