Una de las imágenes más llamativas y enigmáticas que podemos encontrar en nuestro país son los numerosos pueblos y edificaciones que yacen bajo el agua de nuestros pantanos y embalses.
La febril inauguración de construcciones destinadas al almacenamiento de agua que tuvo entre las décadas de los 40 y los 50, provocó la desaparición de un importante número de pueblos en todo el territorio español, que sucumbieron a la crecida de las aguas de estas construcciones.
El caso probablemente más singular es el de la iglesia de Sant Romà, situada en el pantano de Sau (Cataluña). La edificación formaba parte del dominio del castillo de Cornil o de Corneli y aunque se desconoce el año de su construcción, ya se tiene constancia de su existencia en documentos datados en el año 1025 y en el 1050.
Normalmente la iglesia permanece cubierta por el agua a excepción del campanario, que sobresale misterioso de entre las aguas. Pero en épocas de sequía, la iglesia queda totalmente descubierta y se ha convertido en un boom turístico, que congrega a multitud de visitantes atraídos por la magia que desprende está construcción del siglo XI en medio del polvoriento lecho del embalse.
Mención especial merecen los Reales Baños de La Isabela (Sacedón), unas termas situadas en la margen derecha del Guadiela, que gozaban de gran popularidad desde la época romana, y a las cuales acudió la Reina Isabel de Braganza en el año 1817 para mejorar su deteriorado estado de salud. Debido al éxito de la terapia y la recuperación total de la segunda esposa del monarca, el rey Fernando VII decidió erigir alrededor de las termas el pueblo de La Isabela, que fue concebido como un Real Sitio de ocio y reposo para los monarcas del siglo XIX.
El poblado, que aunaba el urbanismo cortesano de los Reales Sitios con otras experiencias de poblaciones de nueva planta en España y América, y traducía el modelo europeo de villa termal, contaba con veintiséis manzanas de casas y unas cincuenta viviendas; un edificio destacado como cuartel para los guardias reales, además de otros servicios de posada, tienda, carnicería, horno de cocer, escuelas y una iglesia dedicada a San Antonio de Padua. Todo ello en torno a dos calles geométricamente rectas, dos plazas y una extensa huerta rodeada de verja.
La Casa Real era el más noble de sus edificios, junto con la Casa de Baños, que contaba con treinta y una habitaciones para bañistas y residentes.
Desgraciadamente el histórico poblado desapareció para siempre a mediados del siglo XX, debido a la subida de las aguas del pantano de Buendía.
Hoy en día los restos de La Isabela pueden ser observados cuando desciende el nivel de las aguas del pantano de Buendía. No obstante, el grado de deterioro de éstos en la actualidad representa una dificultad al tratar de calibrar la magnitud de un conjunto arquitectónico que fue diseñado para obtener rendimiento económico mediante las colonias y el Establecimiento balneario, y para ser lugar de ocio y de reposo de la Monarquía.
Destaca también el pueblo de Fayón, ubicado en la provincia de Zaragoza, que quedó inundado tras la construcción del embalse de Ribarroja en 1967. La torre de la iglesia del pueblo, construida a finales del siglo XVI, permanece al descubierto, manteniendo viva la memoria de Fayón y de los vecinos que tuvieron que abandonar sus residencias y desplazarse tras la construcción del embalse.
En la Comunidad Valenciana, nos encontramos con el caso de Benagéber, otro poblado sepultado por el agua. Una vez más, la historia de este pueblo va unida a la de la construcción de un pantano. La creación de este pantano, que debía tener unos efectos muy beneficiosos para los agricultores del pueblo, acabo siendo un duro golpe para los habitantes de Benagéber, que tras el sufrimiento que les había deparado la guerra, se vieron ante la necesidad de abandonar sus casas sin saber dónde ir.
Y así podemos encontrar un largo número de casos, como los de Santa María de Poyos en Guadalajara, hundido desde 1956 bajo las aguas del embalse de Buendía, el pueblo sumergido de la Muedra, en el embalse de la Cuerda del Pozo, Soria, del que se pude ver su campanario, Santolea en la provincia de Teruel, Salvatierra de Tormes en Salamanca, Lanuza que resurgió de las aguas, Riaño en la provincia de León, Mansilla de la Sierra en La Rioja, etc., etc., etc…